Celo Ministerial

10.09.2020

Un pecado que debemos enfrentar

Hemos decidido dar participación activa en el blog a nuestros seguidores de Instagram, Hicimos una encuesta entre ellos, y este tema fue el más votado. La gente desea saber más sobre este asunto, en líneas generales, porque los pastores tendemos a disimular los pecados que la congregación presiente. El celo ministerial es algo que se comenta en conversaciones privadas, pero que rara vez se denuncia desde un púlpito. Por lo tanto, trataremos de satisfacer la sana curiosidad de nuestros lectores.

Introducción

La palabra "celo" tiene varios significados que pueden ser negativos o positivos. El celo experimentado por Cristo fue positivo (Juan 2:17), porque todo lo que proviene de Dios es bueno. Sin embargo, cuando hablo de celo ministerial en este artículo, lo hago desde el punto de vista negativo. Dice la Real Academia Española: Celo. Envidia del bien ajeno o recelo de que el propio o ajeno, llegue a ser alcanzado por otra persona.

Aunque uno de los nombres de Dios es "Celoso" (Exo. 34:14), no significa que el celo que describimos en este artículo, sea creación de Dios. Cuando hablamos de celo, entonces, hablamos de un pecado que tiene su origen en el mismo corazón del ser humano (Mat. 15:19, Mar. 7:21-23). La razón por la cual desarrollamos celos es porque, debemos admitirlo, somos miserables (Jer. 17:9; Rom. 3:10). Lamentablemente los celos ministeriales, que no son otra cosa (en la mayoría de los casos) que celos entre pastores, son un mal de los tiempos que corren; y que no se da mucho en los países donde la persecución contra los cristianos arrecia, sino en aquellos donde podemos predicar la Biblia con libertad.

El celo que describimos es el que experimentó Saúl por David (1 Sam. 18:7-9), Los filisteos por Isaac (Gen. 26:14), Los falsos predicadores por Pablo (Gál. 4:17), etc.

Los celos amargos provocan decisiones y acciones equivocadas que la Biblia asocia con una sabiduría diabólica (Sant. 3:14-16).

Los celos entre pastores me recuerdan a un famoso refrán con respecto a las brujas: "Las brujas no existen, pero que las hay, las hay". Lo mismo ocurre con este pecado escondido tras una máscara de aparente amor por la sana doctrina y las prácticas santas. ¿Por qué digo esto último? Porque justamente, muchas de las críticas entre pastores rondan estos dos últimos conceptos.

Un pecado que impide la expansión del Reino De Los Cielos

El celo ministerial no es nada nuevo ni tiene que ver con el ministerio. Llamamos celo ministerial al pecado de envidia y crítica negativa que un pastor ejerce sobre el relativo "éxito" alcanzado por otro pastor. Cuando este pecado aflora en un pastor, se nota por las críticas destructivas hacia las formas, maneras o incluso la predicación ejercida por su consiervo. La crítica parecería abarcar los siguientes ítems: "Es liberal en su música o formas", "Hay que orar, porque se está apartando de la sana doctrina y tarde o temprano sucumbirá", "Ahora es calvinista", "Se apartó de la fe", "Según me contaron se roba los miembros de otras iglesias", etc. Críticas muy similares tuvo que soportar Pablo por causa de este pecado (Hech. 13:44,45). Lamentablemente, debido a que dicho pecado está tan naturalizado, es que nos hemos perdido la oportunidad de ser bendecidos por excelentes expositores de la Palabra de Dios, los cuales, al igual que Pablo, se vieron obligados a pronunciar palabras similares a las utilizadas por él:

"Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles" (Hech. 13:46)

Lamentablemente hay pastores que no pueden advertir o darse cuenta de lo que están haciendo, debido a que muchas veces el sentimiento es avalado y compartido por otros consiervos. Sin duda, este pecado tiende a detener el avance de la obra porque el mismo lleva implícita la cultura de la cancelación.

La cultura de la cancelación

Es un fenómeno detectado y estudiado en la actualidad, surgido a partir de los grupos extremistas de izquierda y del feminismo. Se ha esparcido por medio de las redes sociales y se produce cuando una persona famosa es "cancelada" por sus seguidores, cuando el mismo ha hecho o dicho algo que contraviene los estándares culturales del momento. En el caso del feminismo, hacen propaganda en las redes sociales para que nadie compre la música de un artista cuyas declaraciones son consideradas contrarias a la causa. En el caso de la política se les pide a los militantes que no compren o consuman determinados medios de comunicación cuya ideología es contraria a sus postulados.

Lamentablemente, el celo ministerial produce un fenómeno parecido, ya que la persona criticada es "cancelada" por sus pares. Ya no se lo invita a participar o predicar donde antes sí lo hacían. Misteriosamente dicha persona deja de ser popular entre sus pares y poco a poco es considerada ajena a la causa de la que era parte. Sin duda, esto es un pecado que impide que todos nos beneficiemos de aquellos que tienen algo que aportar a la causa de Cristo, que por obvias razones para los envidiosos no son tan necesarias. Pastores que han alcanzado determinados logros en sus ministerios, que Dios les dio la sabiduría para preparar y enviar misioneros al mundo, repentinamente parecerían no ser tan aptos para predicar o enseñar, como lo fueron en el pasado, cuando recién comenzaban su servicio.

Los celos nos impiden aprender, porque la envidia que despierta la crítica tarde o temprano nos jugará en contra. Porque si tu criticas a un pastor que alcanzó un ministerio autosustentable, nunca le preguntarás cómo lo hizo, aunque sigas teniendo que trabajar secularmente para sostener a tu familia, porque "el pez por la boca muere". Sin darte cuenta, mientras la persona que criticas avanza, tú estarás auto cancelado.

Los celos son un bumerán de maldad

Nuestras acciones malignas nunca son parte del obrar de Dios, sino que son fruto de nuestras concupiscencias (Sant. 1:13-15). Los celos de Saúl hacia David, pronto se volvieron en su contra (1 Sam. 18:6-16) y Amán terminó ahorcado en el patíbulo que él mismo había preparado para Mardoqueo (Ester 7:9,10).

La razón de esto es que Dios no puede dejar de castigar el pecado, ni de bendecir a sus siervos. Sé que lo que digo son verdades demasiado simples y comunes en todos nuestros sermones, como para repetirlas en este artículo. Pero créanme cuando les digo que este pecado es más común de lo que creemos. Es universal y no está relacionado con ninguna cultura ni enseñanza específica. Es propio de nuestra naturaleza pecadora.

A lo largo de mi ministerio he visto como pastores que eran extremadamente críticos hacia otros ministerios, hoy ya no tienen obra que pastorear. He visto pastores criticando a otros, caer en los mismos errores señalados, y debo confesar avergonzado, que alguna vez fui partícipe de aquellas mismas críticas pecaminosas. Pero lo que he visto en ellos, me ha llenado de temor pues he advertido como la maldición que acarrea este pecado se vuelve contra quienes lo practican (Col. 3:25).

Víctimas y Victimarios

Algo que hay que entender en lo que a este pecado se refiere, es que aquí no hay ni víctimas ni victimarios. Sólo existen hombres sucumbiendo o luchando contra el pecado que asedia sus vidas, tratando de avanzar hacia la meta prefijada por Cristo. Sólo aquellos que tienen su mirada puesta en Él podrán alcanzar la meta. Algunos se han apartado de ese objetivo, aunque nunca es tarde para volver a la carrera (Heb. 12: 1,2).

La víctima: De nada sirve que nos amarguemos porque creemos que estamos siendo cancelados de alguna manera, se digan mentiras sobre nosotros o traten de ridiculizarnos. Sentirte víctima sólo hará que dejes de fijar tu vista en Cristo y la dirijas hacia tu propia persona. Mi consejo es que si crees que te está pasando algo parecido, lo primero que debes hacer es dedicarte a trabajar en la obra que Dios te dio y lo que nunca deberías hacer es amargarte contra aquellos que crees que te están dañando. Tú no eres una víctima ni ellos tus victimarios. Primero, porque sabes muy bien que nadie podrá dañarte lo suficiente como para que no puedas llevar adelante la obra de Dios, pues Dios está contigo (1 Pe. 3:13). Segundo, porque aunque no lo entendamos, es necesario que haya personas que causen tropiezos (Mat. 18:7). No eres una víctima, sino un instrumento de Dios que está siendo templado y preparado para que puedas cumplir con un propósito mayor (Sant. 1: 2-8). ¡Alégrate entonces! No te quejes.

El victimario: No es tal. El victimario es en realidad un damnificado de su propio pecado y un soldado que si no logra entender lo que hace y se arrepiente, caerá bajo los ataques del maligno (1 Pe. 5:8).

Conclusión

Efectivamente, este pecado sí existe. Creo necesario denunciarlo para que la gente deje de mirar a los siervos de Dios como personas infalibles que no deberían sentir envidia, frustración, celo, enojo, etc., como si fuéramos extraterrestres.

Sólo hablaré por mí: Soy un pecador como cualquier otro y trato de servir a Cristo de la mejor forma posible, como cualquier otro cristiano lo haría. Soy Misionero y pastor, y a lo largo de mi ministerio he pecado varias veces. No hay excusa, solo gracia y perdón para aquel que confiesa su pecado (1 Juan 1:9). Lo he hecho y he seguido sirviendo. Hasta el día de hoy sigo luchando contra el pecado y al mismo tiempo, sigo sirviendo. Muchas veces he pecado y si alguien cree que no soy digno de servir como misionero a Dios, déjeme decirle que coincido plenamente con usted. Sin embargo aquí estoy. Sigo sirviendo lo mejor que puedo. Quizás esa sea la razón por la cual no me apena decir que soy "El Misionero Inútil". Sé que lo soy (Luc. 17:10). Pero no estoy en esta posición por capricho o voluntad propia. Sé que Dios me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio (1 Tim. 1:12).

Precisamente, porque los pastores somos tan humanos como cualquiera, es que nosotros también necesitamos que nos visiten, no para pedirnos un consejo, sino para saber cómo estamos o cómo pueden orar por nosotros. Somos tan pecadores como cualquiera. Necesitamos tanto apoyo de nuestras congregaciones como usted de su pastor.

Nunca olvides que tu pastor es tan falible como tú, sólo que posee una madurez, experiencia y conocimiento de la Biblia mucho mayor que tú, por lo que sí te puede ayudar en tu vida espiritual, a pesar de sus fallas. Nunca salgas de tu iglesia porque no te gusta el carácter del pastor que te tocó tener. A las personas se las respeta y acepta con sus defectos incluidos. Eso se llama amor.

Personalmente desarrollé este pecado, porque no podía entender cómo Dios podía darle una congregación más grande que la mía a "personas menos preparadas que yo". Pero todo cambió cuando pedí perdón por mi pecado, me concentré en mi propia congregación y ellos respondieron a mi servicio con amistad y amor hacia toda mi familia. Nunca tuve una congregación grande, pero puedo decirte algo: No los cambiaría aunque me ofrecieran pastorear una mega iglesia de miles de personas. Ellos me amaron, yo los amé y mi celo ministerial desapareció.

"Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo"

(1 Juan 2:1)


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