Compartiendo Mi Locura

26.11.2019

Una relación personal con Dios

Llegó a mi vida a los nueve años de edad. No fue él exactamente, sino Su mensaje, proporcionado por un predicador de los horrores del infierno y la salvación que sólo Cristo ofrece. Él llegaría unos años después ... bueno ... no es que no estaba allí ... solo que yo no lo sabía.

Para un niño de nueve años no existe la posibilidad de cuestionar si hay o no vida después de la muerte. Simplemente, si lo dice un adulto, es verdad.

Aún recuerdo la semana que pasé torturándome sabiendo que si moría, debería pasar la eternidad en el infierno a causa de mi pecado. Sabía que debía pedirle a Cristo Salvación, pero no entendía cómo debía hacerlo, hasta aquel glorioso domingo en que tras haber escuchado al misionero predicar, incliné mi cabeza y le pedí a Cristo que me salve. Con la sencillez de un niño de aquella edad creí aquel mensaje, lo creí con tanta intensidad, que una paz -que aun recuerdo- me embargó a tal punto, que se convirtió en una especie de señal psicológica. El recuerdo de "un instante mágico" al que recurrí cada vez que tuve dudas de mi propia salvación.

Pero llegó el día en que lo "vi" por primera vez, no recuerdo cuántos años tenía, tal vez unos 12 o 13 años quizás. Mi querido Pastor Todd anunció que si llovía, el lunes no iríamos al campamento. El cielo estaba "encapotado" y el parte meteorológico decía que llovería. Recuerdo que aquella noche abrí la persiana de mi habitación de modo que podía ver el nublado cielo nocturno a través de los cristales de mi ventana; entonces elevé una oración al cielo y le pedí a Cristo que por favor nos diera un hermoso día. No sólo le rogué que no lloviera, sino que le pedí que no hubiera ninguna nube en el cielo, luego de agradecerle me dormí. Al día siguiente, el sol penetró los cristales de mi habitación y me despertó. Me paré en mi cama y abrí los cristales para comprobar, que tal como lo había pedido, no había una sola nube en el firmamento ... Ese día comprendí lo que significaba tener una relación personal con Cristo. Hasta el día de hoy sigo pensando que el Señor, contra todo pronóstico meteorológico, contestó mi oración. Ese día, entiendo ahora, me marcó para siempre.

Los años pasaron y el estudio de la Biblia me ha permitido entender mejor cuando he fallado a los designios Divinos o cuando he acertado en mi servicio cristiano. Mis decisiones, que no fueron siempre las correctas pero sí honestas, han sido direccionadas por esta relación personal que he desarrollado a lo largo de los años con mi Salvador. Yo elevo mi oración a Él y hay días que me siento como aquella noche, que tras agradecerle, me acurruqué en mi cama con tranquilidad, porque sabía que la oración sería contestada; y días en que no es así, no siento esa convicción, no sé lo que el Señor hará, pero la experiencia me ha llevado a confiar en que pase lo que pase, será lo mejor para mi vida y para Su Gloria.


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