Dos Requisitos Importantes

20.09.2019

Asegúrate de poseerlos antes de entrar al ministerio

Si estás deseando ser pastor o misionero, déjame decirte que según la Biblia, tu anhelo, es desear una buena obra. Es posible que pienses que lo más importante en tu preparación, sea estudiar en un buen seminario bíblico; también, por supuesto, tratarás de cumplir con los requisitos expresados en 1 Timoteo 3:1-10; que son los que hacen al carácter cristiano y buen testimonio; estoy de acuerdo contigo hasta este punto, pero debo decirte, que aunque son imprescindibles, no son los más importantes. Las habilidades de líder, carisma personal y capacidad administrativa también podríamos agregarlas a la lista como algo deseable en el pastor o misionero, pero creo que prefiero prescindir de ellas, si a las mismas no se le agregan estos dos requisitos tan importantes, que paso a detallar:

Antes que nada, debes ser llamado

Por supuesto que ese llamamiento debe ser hecho por Dios. Uno no puede ocupar semejante puesto de servicio, sólo porque es invitado por su pastor.

El llamado de Dios al ministerio es una doctrina que se enseña con claridad en las escrituras.

  • Tenemos ejemplos claros en personajes como Moisés, Josué, David, etc.

  • Los Sumos Sacerdotes se consideraban llamados por Dios (Heb. 5:5).

  • El Apóstol Pablo dice de él mismo que fue "puesto" por Cristo en el ministerio (1 Tim. 1:12; Rom. 1:1).

Creo que un gran problema que estamos teniendo, es que a veces, sucede que quien lidera no ha sido llamado a ocupar dicho lugar; está liderando porque las circunstancias, la política o quizás la misma sinergia del ministerio lo ha llevado a ocupar un cargo, que a la larga, finalmente se convertirá en una carga. Como bien dijo un renombrado evangelista: "Conozco pastores que serían excelentes diáconos, y excelentes diáconos que serían maravillosos pastores".

El llamado de Dios al ministerio es un misterio que sólo puede ser confirmado por la iglesia y por la persona que dice ser llamada. Se confirma mediante una observación distante de la vida de la persona convocada, estudiando principalmente su servicio cristiano y su vida familiar. Cuando Dios llama, es porque Dios creó a ese hermano, para que ocupe ese lugar en ese cuerpo, que es la iglesia. Cuando Dios llama, Dios cambia. El Señor cambia el corazón y la mente haciendo que el individuo tenga una observación de la vida muy distinta al resto de los hermanos. El servicio a Dios pasa a un plano tan real, que ahora estará dispuesto a relegar cosas para privilegiar a la iglesia. Algo también observable, es que la persona que está siendo llamada al ministerio, es efectiva en su servicio, fiel en su asistencia y siempre va más allá que los demás en sus ansias de ayudar genuinamente a sus hermanos (Fil. 2:19,20); de forma tal, que lejos de sentir una carga por ello, es algo que parte de una necesidad que tiene de servir, que ni él puede explicar (1 Cor. 9:16).

Recuerdo que una vez, un joven se acercó a mí para decirme que el Señor lo estaba llamando a ser pastor. Fue la primera vez que me pasó algo que no puedo explicar; pero sí puedo decirte que en ese momento el Señor me dio la certeza y la paz de mirarlo fijamente a los ojos y asegurarle: "No, hermano, Dios no te ha llamado al ministerio; estás equivocado..." y no me equivoqué. ¿Cómo lo supe?, en parte porque nada de lo que te señalé en el párrafo anterior, podía ver en él, y en parte porque los que sí fuimos llamados a ser misioneros, entendemos lo que eso significa. Después de un tiempo de estar en el servicio pastoral, puedo decirte que a veces pasa, que puedo reconocer el llamado de Dios en un hombre, antes de que éste se percate del mismo. Sé que no soy el único que puede hacerlo, porque he compartido estas impresiones con otros colegas que han tenido la misma experiencia.

Ahora viene el segundo gran requisito que debes poseer luego de ser llamado:

Debes ser escogido (Mat. 22:14)

Así como este versículo se aplica a la salvación, también debo decirte que se aplica al llamado de Dios al ministerio. Dios llama a muchos, porque la mies es mucha y los obreros pocos, pero el gran problema que estamos teniendo es que son pocos los escogidos.

Debes ser escogido y no escogerte a tí mismo. Debes ser promovido y no auto promoverte, que es lo que pasa cuando el pastor no ve en tí el llamado y tu no estás dispuesto a sujetarte a su autoridad; entonces, tratas de forzar tu promoción hablando con los hermanos, en vez de limpiando los inodoros de la iglesia, como se te pidió.

Desde que el Señor llama a una persona al ministerio hasta que llega a él, casi siempre transcurre un período de muchos años. El caso de Abraham, Moisés, David y Pablo, por citar los más conocidos, son claros. La razón es que desde que la persona entiende su llamado hasta que está lista para afrontarlo, pasan años de preparación y pruebas. ¿Cuántos? Los que el Señor decida. Moisés fue llamado desde la cuna a ocupar un liderazgo en el pueblo de Israel que no se concretó hasta sus ochenta años, en el caso de Pablo fueron más de 15 años -a partir de su encuentro con el Señor (Gal. 1: 11-2:1)-, los que reporta.

En mis años de misionero, he visto varias personas que claramente habían sido llamadas por Dios al ministerio. Recuerdo una en particular que lo rechazó cuando entendió lo que implicaba obedecer el llamado; lo hizo como aquel hombre rico que se fue triste cuando Cristo le dijo que debía entregar sus riquezas a los pobres como requisito para seguirlo. Rememoro, por lo menos a dos hermanos más, que fueron llamados antes de casarse, pero eligieron a la muchacha antes que a su Señor, lo que les significó sus respectivas auto descalificaciones, porque ellos mismos se fueron auto marginando de su servicio cristiano.

Es muy normal que las personas que son convocadas al ministerio, pero no aprobadas, pasen a ser cristianos mediocres, y esto ocurre, creo yo, por dos razones: La primera es que el llamado de Dios es irrevocable (Rom. 11:29); Dios nos creó para ocupar ese lugar, y si no lo hacemos, sentiremos que "algo" nos está faltando. La segunda razón es que Dios obra de una manera especial en el corazón del hombre que ha sido llamado, ya sea a predicar la palabra de Dios al extranjero o en su propia patria (Gál 2:8), y este obrar crea un sentido de responsabilidad truncada que detiene el crecimiento espiritual de aquellos que habiendo sido convocados, han tenido que ser descalificados por Dios.

Es triste ver cómo personas que han tenido semejante oportunidad de servicio, son descalificadas por el Señor mismo debido a su falta de respuesta. Ver cómo sus vidas se estancan espiritualmente, llegando incluso a tener actitudes propias de un bebé espiritual; mientras el Señor sigue contemplando con una mirada compasiva a las multitudes que se encuentran desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Tendremos que seguir rogando al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. Pero igualmente triste, es ver cómo seudo pastores engañan y manipulan a las personas sin entender el peligroso juego en el que han entrado (leer libro de Judas), o cómo pastores se "bajan" de su servicio por pecados o muchas veces, por simple cansancio.

Debo confesarte que a lo largo de mi servicio, en dos oportunidades me vi tentado a abandonarlo, pero no lo hice porque lo primero que pensé es: "¿Qué pasará con estos hermanos si yo abandono?". Años después de aquellas crisis, mi iglesia enviadora, a la que tanto quiero, me ofreció ser su pastor, pero por la misma razón debí rechazar la privilegiada proposición: la iglesia en Junín todavía no estaba lista para que la dejara.

¿Qué hizo que yo pudiera mantenerme en mi puesto, a pesar de mis propias inseguridades y temores? ¿Qué hizo que antepusiera las necesidades de la congregación a las mías? Cuando medito en esto debo llegar a la conclusión que nada de lo que decidí hacer es natural, lo natural sería buscar mi propio bien. ¿Por qué no lo hice? La única respuesta que se me ocurre es que fue por el obrar de Dios en mi vida. Como bien lo expresó el Apóstol Pablo:

"Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo."

1 Corintios 15:10

En otras palabras: lo que me salvó fue el llamado y todo lo que eso implica.

Concluyo entonces, que es muy importante distinguir entre una persona llamada por Dios al ministerio y alguien que simplemente le gustaría ser pastor. También hay que hacer la distinción entre una persona llamada y una aprobada por Dios.

Estoy seguro que estas distinciones serán claves, no a la hora de ordenarlos, sino a la hora en que ellos deban afrontar los duros ataques satánicos que se ciernen sobre los que presiden la obra misionera o las pruebas que tarde o temprano llegarán para fortalecer a los llamados, pero que no podrán soportar, aquellos que no cuenten con esa Gracia especial que Dios derrama sobre la vida de todo aquel que ocupa el lugar que Dios le dio en el cuerpo (1 Cor. 12:18).

Creo que no son pocas las veces que ante la urgencia de obreros, los pastores nos hemos precipitado a la hora de imponer nuestras manos sobre alguien, pero eso es un tema para otro post. Vale por ahora destacar, a modo de solemne y respetuosa advertencia, que si estás deseando entrar al ministerio de tiempo completo, será muy importante que hagas dos cosas: La primera es asegurarte de que realmente el Señor te está llamando; y la segunda, respetar los tiempos de Dios en tu preparación personal, sujetándote a la autoridad espiritual que Aquel que te llamó, puso sobre tu vida.



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