EL GRAVE PROBLEMA QUE ENFRENTAN LOS MISIONEROS

10.06.2024

Una de las tantas razones que el Señor me dio para impulsarme a salir con toda mi familia a predicar el evangelio fuera de los límites geográficos de mi nación, fue la imperiosa necesidad de aprender cómo se comenzaba una obra en el extranjero. Hace cuatro años —ya casi cinco— que emprendimos esta increíble aventura espiritual que ha impactado a cada integrante de mi familia de múltiples formas. En este tiempo, he aprendido que existe un mal que aqueja a muchos pastores y misioneros en todo el mundo: la falta de recursos económicos para sostener el liderazgo de la obra.

En varias oportunidades he planteado el tema, pero creo que debo seguir insistiendo, ya que una y otra vez observo cómo cientos de familias son sacrificadas en el altar de la pobreza, a pesar de la abundancia de recursos disponibles.

"¿Dónde está dicha abundancia?" Preguntarán algunos. "¿Dónde están esos recursos, así voy a reclamarlos?" Argüirán otros, irónicamente. Sin embargo, tales planteamientos solo revelan la ignorancia sobre el tema. Recordar que Dios a la hora de juzgarnos, no aceptará nuestra ignorancia como excusa (Isa. 1:3; 5:13), podría ser un buen aliciente para subsanar nuestras falencias administrativas.

La ignorancia está relacionada con la falta de recursos. ¿Por qué? Porque cuando el misionero debe tomar un segundo trabajo para sostener a su familia, pierde horas de sueño que le impiden dedicarse eficazmente a la administración de la Palabra de Dios, al cuidado de su familia, a la extensión del reino de Dios y a cursar estudios superiores que lo perfeccionen en su tarea.

La falta de recursos hace que nuestros líderes caigan en una espiral descendente que, tarde o temprano, lleva a un deterioro espiritual personal, de sus familias y de sus iglesias. La ignorancia en temas tan importantes como la mayordomía bíblica, hará que la iglesia se comporte, en líneas generales, acorde a lo que el pastor practica por desconocimiento (Jn. 13:16).

¿Cómo sé que existen recursos? Aquí van algunos datos que podrían ayudar a explicar nuestra decadencia en el tema:

Según datos del Banco Mundial, el PBI mundial creció en 2022 un 2.5%. Si tomamos las estadísticas de los últimos 50 años (salvo en el período de la pandemia, que fue catastrófico), el alza en el mismo es constante, a pesar de las variaciones que pueden suponer la retracción económica y el aumento de la pobreza en varios países del mundo.

En cuanto a la pobreza, el mundo se mueve a ritmo vertiginoso hacia su disminución. Un artículo publicado en el Foro Económico Mundial dice literalmente: "Hay 130,000 personas menos en situación de pobreza extrema que ayer". Podríamos haber titulado así cada día desde 1990, según explica Roser en su web, en un artículo que acompaña a los gráficos, dando datos y contexto. "En 1820, solo una pequeña élite disfrutaba de estándares de vida elevados, mientras que la amplia mayoría vivía en condiciones que hoy calificaríamos de pobreza extrema" (menos de 1.90 dólares cada día). En 1950, eran tres cuartas partes y en 2016 el porcentaje había caído hasta el 10%. Todo esto se debe al crecimiento de la productividad, que ha compensado el hecho de que la población se haya multiplicado por siete en los últimos 200 años" (Fuente: Foro económico Mundial)

A pesar de nuestra percepción (o de lo que los partidos políticos quisieran hacernos creer), cada día se generan más recursos y riquezas que permiten un ascenso social que hace 200 años nadie imaginaba. ¿Se refleja eso en nuestras iglesias?

Una de las cosas que observo es que las iglesias crecen, sus líderes compran autos y los miembros progresan, adquiriendo sus propias casas y pagando por ciertas comodidades. Sin embargo, ese aumento de la riqueza no se refleja en las ofrendas. De hecho, muchos pastores justifican la disminución de las ofrendas misioneras e incluso algunos dejan de apoyar a los misioneros, utilizando argumentos alejados de las verdades espirituales que la Biblia promueve.

¿A qué se debe este comportamiento? Algunos de esos factores son los siguientes:

El Factor Cultural. He tenido el privilegio de predicar en varios países de nuestro continente y he advertido que este mal es un común denominador de la "cultura bautista" o, si se quiere, de las iglesias cuyas doctrinas están más fundamentadas en la Biblia que en las emociones, la búsqueda de milagros o las predicaciones motivacionales. Aquellos que tratan de diferenciarse de los movimientos carismáticos, apegándose a lo que la Biblia pregona, desarrollan una reticencia a predicar o hablar de dinero. Sus prácticas no alientan a la gente a dar y sus pastores experimentan una modestia exagerada, en su afán de diferenciarse de aquellos que se enriquecen ilícitamente con la predicación del evangelio.

El Factor Ambiental. Existen factores ambientales tales como la geografía del país donde se encuentra la iglesia, la economía, el nivel socio-económico de la congregación, etc., que afectan las decisiones económicas y empujan a las congregaciones a retraer su capacidad de dar para la obra. Debería ser parte de la pericia del misionero lidiar con estos factores, enseñando a su congregación a vivir confiando más en el poder de Dios que en las circunstancias que los rodean.

El Factor Intelectual. Cultivar el intelecto está cayendo en desuso. En primer lugar, porque estudiar implica disciplina, esfuerzo y dinero. La acumulación de conocimiento no garantiza un crecimiento inmediato de la congregación; en cambio, el trabajo duro de la visitación, la preparación de diferentes eventos eclesiásticos, la edificación de templos, etc., parece redundar en mejores beneficios. A veces, para el misionero, porque puede escribir mejores informes o, para el pastor, porque puede presumir de su aparente éxito ministerial. Creo que la decadencia en la preparación intelectual es una de las razones por las cuales existen congregaciones de más de 50 personas que no pueden sostener a un pastor tiempo completo.

Bíblicamente hablando, los misioneros deben ser sostenidos por las iglesias por medio de una ofrenda llamada "ofrenda misionera" o apostólica; mientras que los pastores deben ser sostenidos con los diezmos de sus congregaciones. Si las iglesias dejan de dar a misiones -entendiendo que enviar a los misioneros ofrendas paupérrimas es lo mismo que dejar de apoyarlos (2 Sam. 24:24)— entonces la obra avanzará más lentamente, a costa de un sacrificio innecesario de los misioneros, ocasionado, no por el obrar de Dios, sino por una deficiencia espiritual en el manejo de los fondos, que deberían fluir hacia la obra misionera mundial.

Un Innecesario Dique De Contención 

Lamentablemente, existe un innecesario dique de contención, edificado por los mismos líderes que, en su ignorancia, creen y enseñan que la iglesia no puede apoyar misioneros si no puede sostener a un pastor a tiempo completo. El dique es esa manera de pensar que, en lugar de enviar a los misioneros todo el dinero que la congregación aporta para misiones, o de gastar los diezmos en el sostenimiento digno de la familia pastoral, reserva parte de ese dinero para gastos que no hacen a lo más importante: suplir la necesidades particulares del hombre de Dios (Fil. 4:16). Casi no conozco iglesias que practiquen la ofrenda voluntaria, para sostener la obra local.

La ironía de esto, es ver a misioneros, pastoreando iglesias que no apoyan misiones. Cuando un misionero, en vez de disentir con su congregación pugnando por aumentar la ofrenda misionera, lo hace por el contrario; empuja a los miembros que sí quieren dar, a apoyar con 100 dólares a un misionero en lo privado, en vez de depositar esa ofrenda en su iglesia, porque sabe que el pastor solo destinará 10 dólares a cada misionero (por poner un ejemplo). ¿Dónde quedó la práctica de Lucas 6:38?

La Negación de la Realidad

La realidad en la que vivimos es que existe una mayoría escandalosa de pastores y misioneros que no pueden vivir del evangelio a tiempo completo; ni siquiera pueden costearse un viaje a un retiro, aunque este sea gratuito. Mientras tanto, la Biblia enseña con claridad que sus siervos, lejos de sufrir innecesariamente los vaivenes de la economía, deben percibir un salario digno de doble honor. Eso es una constante a lo largo de toda la Biblia. Recordemos que los patriarcas eran millonarios, que los sacerdotes constituían una clase media alta dentro del sistema de ofrendas judío, y que cuando los diezmos dejaron de ofrecerse correctamente, Dios castigó duramente a la nación, exigiendo que "haya alimento en mi casa" para sus sacerdotes. Además, la doctrina apostólica alienta a que los que anuncian el evangelio vivan del evangelio (1 Cor 9:13-14; 3 Jn 5-8). Sin embargo, hemos construido un modelo teórico para justificar nuestra decadencia económica porque la realidad no encaja con la promesa bíblica proclamada en el Salmo 37:25. Entonces, decimos que, como Pablo renunció a la ofrenda de los corintios, nosotros hemos hecho lo mismo; o, como Pablo trabajó secularmente, ignoramos 1 Corintios 9:13-14 y aplaudimos el llamado 'ministerio bivocacional', etc.

En definitiva, la falta de recursos destinados a suplir las necesidades particulares de los misioneros ha creado una espiral descendente que golpea a los líderes innecesariamente, haciendo que la obra se encuentre todo el tiempo 'torpedeada' bajo su línea de flotación. Si la visión de los líderes no cambia, hacia una manera de obrar y pensar que genere un círculo virtuoso y bíblico de generación de recursos, las futuras generaciones de misioneros serán menos numerosas, menos educadas y sufrirán más.


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