Enfermedades Preexistentes

08.09.2020

Apocalipsis 3: 14-22

El mensaje destinado a la iglesia de Laodicea deja entrever varias cosas interesantes, relacionadas con el tema de este artículo:

  1. 1. Cristo no se encuentra en la iglesia, sino que está afuera de la misma, parado en la puerta de entrada (v.20).

  2. La iglesia no parece entender cuál es su verdadera situación espiritual (v.17).

  3. Aparentemente, para que la iglesia pueda ver, debe pagar un precio, que es lo que significa la expresión "yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte". No puede estar hablando de salvación, porque la misma es gratis (Efe. 2:8,9) además le está hablando a creyentes (v.19).

  4. El llamado de Cristo no es grupal, sino individual. Es un mensaje destinado a la congregación pero con una invitación no a la iglesia como cuerpo, sino a sus individuos como miembros. Es un llamado a volver a una comunión personal con Cristo (v.20-22).


Este pasaje de la Biblia sólo lo tomo como un ejemplo emblemático de lo que las Escrituras señalan una y otra vez: "Cuidado con el pecado subyacente"; "Cuidado con las enfermedades preexistentes".

Esta pandemia ha cambiado el mundo que nos rodea y puesto a prueba la robustez del trabajo misionero hecho en los últimos años. De ninguna manera digo que hemos fracasado. Las estadísticas muestran que existe una gran mayoría de iglesias que siguen operando e inclusive creciendo a pesar de la "nueva normalidad". Sin embargo, creo imperante señalar el alarmante número de iglesias que en varios países, al perder a su pastor, sus miembros han puesto en venta los edificios. La carencia de pastores, sumado a una pobre alimentación del rebaño, ha dejado al descubierto ministerios que se los creía sólidos. Esta información que llegó a mi conocimiento, me ha llevado a preguntarme si acaso, sin entenderlo o verlo, nos hemos vuelto como la iglesia de Laodicea, o cualquiera de las otras iglesias señaladas en Apocalipsis. Todas tienen algo que corregir. De una manera u otra, todas necesitan volver al primer amor.

¿Vamos a echarle la culpa a la pandemia? ¿Vamos a echarle la culpa del cierre de iglesias a los "inescrutables designios Divinos"? ¿Cuando comenzaremos a analizar las verdaderas razones por las cuales el Islam avanza a pasos firmes, mientras las misiones cristianas retroceden?

La verdad del evangelio es poderosa. Tanto que la Biblia es prohibida en los países musulmanes y los creyentes en Cristo son perseguidos. Sin embargo, estamos viendo un retroceso en países donde impera la libertad religiosa y de expresión. En EE.UU., las estadísticas muestras que son más las iglesias que venden sus edificios y dejan de operar, que las obras que comienzan. En otros países, estamos observando que a medida que se abren nuevas obras, las antiguas buscan desesperadamente un pastor que suplante al anterior. En Brasil, acaba se salir a la venta una "Teología inclusiva de la Biblia", lo que nos deja entrever el ataque político, incluso, al que el cristianismo se ve sometido. Así y todo, yo me pregunto: ¿Podemos echarle la culpa a todos estos factores por el retroceso de la obra misionera que experimentamos en algunos lugares del mundo?

En Mateo 16:18, Cristo garantiza mediante una promesa, que la iglesia tendría el poder necesario para destruir las mismas puertas del infierno. Pero en Apocalipsis 2:5, Cristo advierte lo que podría pasar si la iglesia no se arrepentía cambiando su manera de hacer las cosas: Desaparecería, que es lo que significa la frase "quitaré tu candelero de su lugar" (Apo. 1:20).

La base correcta de nuestro ministerio

En líneas generales he notado que los ministerios que se vuelven numerosos en poco tiempo, suelen tener bases tan frágiles, que no tardan mucho en perder gente de forma masiva para tener que comenzar nuevamente. También he visto ministerios de crecimientos lentos y prolongados en el tiempo, directamente dejando de operar, apenas muere el pastor. Por lo que concluyo, que el problema nada tiene que ver con la velocidad de crecimiento de la obra, sino con las bases y materiales utilizados para construir.

La base de todo ministerio debería ser la persona de Cristo y no la de su pastor (Mat. 16:18; 1 Cor. 10:4; 1Pe. 2:4). No es culpa de la gente que sigan al pastor antes que a Cristo. La mayoría de las veces es culpa del pastor. Si como pastores no hacemos el esfuerzo de señalar hacia Cristo a nuestros discípulos, gritándoles, si fuere necesario: "¡He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo!", estaremos condenando la continuidad de la obra, porque Dios no comparte su gloria con nadie (Isa. 42:8). Quiera Dios que entendamos que es necesario que nosotros mengüemos pero que Cristo crezca en la vida de las "ovejas" que pastoreamos (Juan 3:30).

Cosas que deben cambiar si la base de nuestro ministerio ha de ser Cristo

Nuestro Mensaje: Si la base ha de ser Cristo, entonces nuestros mensajes deben ser Cristo-céntricos. Eso significa que en vez de hablar de la valentía de David al enfrentar al gigante, predicaremos sobre el Dios que lo derrotó. En vez de hablar sobre "el campeón que hay en ti" predicaremos sobre "Cristo en vosotros, la esperanza de Gloria" (Col. 1:27). Necesitamos dejar de tomar la Biblia para hablar de "los héroes de la fe" y comenzar hablar del Autor y consumador de la fe (Heb. 12:2); hablar de cómo Dios puede tomar una vida destruida y convertirla en algo precioso. Cada Domingo debemos ofrecerle a nuestra congregación una característica de Dios desconocida por ellos. Una descripción extraordinaria de aquel aspecto de Dios en el que no habíamos reparado. Hay tanto material al respecto, que no deberíamos perder el tiempo hablando sobre "cómo derrotar la depresión, combatir la soledad o conseguir un mejor empleo". Mejor hablemos de Cristo.

Nuestra teología: Si Cristo ha de ser la base de nuestro ministerio, nuestra teología debe cambiar hacia una subordinación a la Palabra Escrita. Parece una declaración básica que debería ser aceptada por todo pastor que se precie de serlo. Pero la realidad nos dice que no es así. El tiempo pasa tanto para mí, como para mis colegas, y tristeza me da ver, como muchas veces, no sólo no veo un crecimiento en el conocimiento de la Palabra, sino que les observo mirarme casi con horror al entender que he cambiado mi postura en algunos temas que se creían saldados. No escucho argumentaciones bíblicas sino pasionales. No están basadas en la Biblia, sino en una tradición que se creía bíblica. No hay una teología desarrollada sino un conjunto de frases repetidas que no supimos cuestionar a tiempo. "Este instrumento musical es pecado", "Las redes sociales son del diablo", "Ir al cine es pecaminoso", etc. Mientras tanto, Cristo es deformado en la mente de nuestros oyentes hasta un punto tal, que al llegar la hora de la prueba, nada queda de lo que habíamos construido. La teología, por tanto, debe ser profundizada al punto de que la misma sea el respaldo de cada decisión que tomamos como pastores. Nuestra filosofía de ministerio puede traer crecimiento numérico a la iglesia, pero sólo una teología Cristo céntrica le dará continuidad a la obra, cuando ya no estemos aquí.

Nuestros ministerios: Tras asistir a un curso destinado a fortalecer los ministerios de los pastores, caí en la cuenta que casi no había ministerios en nuestra iglesia destinados a glorificar a Dios. Con propósitos más recreativos que formativos, tuve que desarticular varios ministerios para reformularlos nuevamente, en un período de tiempo que nos llevó varios años. ¿De qué servía gastar tanto tiempo y dinero en organizar reuniones de personas que el Domingo no iban a venir al culto? ¿Por qué seguir con un ministerio cuyos organizadores ni siquiera sabían por qué lo hacían? Pude comprender entonces, una de las tantas razones por las cuales la gran mayoría de personas que pisaban la iglesia, no regresaban. Nuestros ministerios deben señalar a Cristo como el agente transformador de nuestras vidas, y las personas que asisten a nuestras reuniones, deben salir de ellas sabiendo que es Cristo en quién deberían depositar su confianza.

Nuestras acciones ministeriales: Todos los trabajos tienen una parte negativa o fea, que igualmente debe hacerse para que las cosas funcionen. A veces para que una empresa sobreviva a una crisis financiera, debe echar personal. Alguien debe poner la cara para decirle a otra persona que ya no tendrá trabajo. Es duro, nadie quiere ser el mensajero de malas noticias, pero si no se hace, ¡todos podrían perder sus trabajos! "El trabajo sucio siempre debe hacerse".

El el caso de nuestro trabajo como pastores es semejante. Personalmente debo admitir que no me gusta asistir a funerales o visitar enfermos en los hospitales. Pero si hay algo que me estresa más que eso, es tener que enfrentar a los hermanos para corregirlos. También debo admitir que muchas veces, he preferido posponer dichos encuentros, lo que me ha acarreado a la larga atinados y vergonzosos reproches, sin contar los daños colaterales que conlleva ignorar el hecho de que la iglesia que pastoreas, está enferma.

Cuando los hermanos se critican mutuamente, cuando es tu misma esposa la propagadora de chismes -debo aclarar que no es mi caso pero sí lo he visto en otros-, cuando son tus hijos los que causan determinados problemas, cuando los chismosos son aquellos hermanos que más confianza te merecen, etc., son situaciones difíciles y dolorosas para enfrentar, pero recuerda: Si el "trabajo sucio" no se hace, a la larga, todo puede llegar a perderse.

Nuestras acciones ministeriales deben ser firmes, sujetas a derecho, bíblicamente hablando, y deben ser rápidas -mal que nos pese-. No debemos naturalizar el chisme o la crítica negativa. No debemos acostumbrarnos a que los miembros no diezmen ni ofrenden para la obra. Si las ofrendas caen, debemos implementar acciones ministeriales destinadas a enseñarle a los hermanos a tiempo y fuera de tiempo. Debemos intervenir en las vidas privadas de aquellas familias de nuestra iglesia cuyos pecados públicos traen vergüenza al cuerpo de Cristo. No podemos adoptar actitudes pasivas sino activas, de lo contrario, las enfermedades no tratadas, pueden volverse crónicas.

El coronavirus no es tan letal como se pensó en un principio. El problema del COVID19 es la velocidad con la que se propaga. Enfermarse no es tan problemático para la mayoría de las personas, pero aquellas que han tenido una mala alimentación o que poseen una enfermedad subyacente o preexistente corren serios peligros de morir.

Temo que lo mismo ocurrió con muchas iglesias cuyos ministerios fueron desarticulados con la muerte de sus pastores por COVID19. Dichos ministerios no murieron por causa del virus, sino por aquellos pecados que decidieron ignorar.


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