Jugando A "Soy El Pastor"

30.10.2020

Hace muchos años tuve una conversación sobre un tema de controversia con mi pastor. Los minutos pasaron y sus explicaciones no me satisfacían. Él quería que yo hiciera algo tocante a "mi ministerio" con jóvenes que yo no aprobaba. Era un tema de opinión y por más que él trató de explicarme, no logró moverme de mi postura hasta que el encuentro alcanzó su máxima tensión cuando le repliqué:

-"Es que no lo entiendo, ¿Por qué tengo que hacerlo?"

La verdad es que no recuerdo siquiera de qué hablábamos pero sí recuerdo lo que me dijo, pues ese día tomé una decisión que marcaría el rumbo de mi propia vida y ministerio.

- Hágalo - me dijo con firmeza - porque soy el pastor.

Le sostuve desafiante la mirada. Por unos largos 15 segundos me detuve a ver el rostro sonriente pero firme de mi mentor y le dije:

- Está bien, pastor, pero conste que no estoy de acuerdo -le advertí. "Bien", asintió mi pastor y se marchó.

Fue la mejor decisión que pude haber tomado.

Los años te enseñan cosas

Al pasar los años, y ya con la experiencia y madurez a cuesta, me doy cuenta que la razón por la cual acerté en obedecer a mi pastor, no fue por el mero echo de que me enrostrara su autoridad, sino porque la misma estaba avalada por más de 30 años de ministerio, en donde pude verlo limpiar baños, barrer pisos, visitar enfermos, llorar por su iglesia y delante de ella ...

En contraste con esta anécdota, podría contar unas cuantas de pastores que creyeron que su ordenación era suficiente para imponer su autoridad. "Hágalo porque yo soy el pastor" es una frase que no cualquiera puede pronunciar sin causar un daño irremediable a una persona, familia o congregación. Aquellos que la usan seguido, están jugando un juego al que mi pastor se negó a jugar. Mi pastor nunca la usó a menos que fuera necesario y en mi caso, sólo recuerdo aquella vez.

"Hágalo porque yo soy el pastor", es el peligroso juego de poder, que ha dividido iglesias, destruido ministerios prósperos y bastardeado un oficio que debería ejercerse con la dignidad que la Biblia señala (1 Tim. 3:1; 5:17). No es por nada que uno de los requisitos para ser pastor es, precisamente, que el mismo no sea un neófito (literalmente: recién plantado, joven).

1 Tim. 3:6: "no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo"

¿Pero qué hay detrás de aquellos que decidieron jugar a este peligroso juego?

Indudablemente, lo que hay, es una equivocada filosofía de ministerio que dista mucho del propuesto por la Palabra de Dios.

Mar. 10:42-45 "Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos"

Un ministro es un servidor, y si alguien tiene dudas de ello, simplemente busque la etimología de la palabra Ministro. Los convencionalismos impuestos por el tiempo y las tradiciones, a veces nos distancian, incluso, de lo que llamamos "cultura básica".

Un hombre que anhela el ministerio, lo primero que debería saber es que al mismo se ingresa para servir, y que es precisamente dicho servicio lo que te reviste de autoridad.

Juan 13:12-15 "Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis."

Es indudable que el ministerio no puede ejercerse desde el autoritarismo de "yo soy el pastor" por el simple hecho de saber teología, sino desde el servicio propuesto por Cristo.

Desde hace muchos años ha entrado en las iglesias un modelo de liderazgo basado en el empresarial y sospecho que muchas filosofías mundanas han inundado a la iglesia de supuestas verdades que no son tales. Por ejemplo:

  • Que es necesario contar con el título de un seminario para acreditar idoneidad en el ministerio.

  • Que un título y posterior ordenación te convierte en pastor.

  • Que el pastor por ser tal, no debe escuchar a su congregación porque "las ovejas son tontas y necesitan que se les diga lo que deben hacer"

  • Que el gobierno de la iglesia no es democrático sino teocrático.


Y podríamos seguir enumerando más y más afirmaciones erróneas que no pueden ser corroboradas por las escrituras y que son justificadas con uno o dos versículos y un "es nuestra filosofía de ministerio". Eso es una equivocación.

Creo que la Biblia contiene suficiente información como para que desarrollemos una teología conforme al modelo de pastor que Cristo propone, alejado completamente de certificados de idoneidad, instituciones teológicas (contra las cuales no tengo nada en contra), y filosofías y modelos que nada tienen que ver con la actitud de servicio y erudición que Cristo imprimió a su liderazgo.

Un pastor joven, sin experiencia hará muy mal en tratar de imponer su autoridad de otra manera que no sea por el uso de la Palabra de Dios, su servicio incondicional y respaldo congregacional. Pero se me ocurre que la falta de erudición de muchos pastores mal preparados, a veces se trata de compensar con artilugios alejados de la Biblia cuyos resultados se reflejan en innecesarias implosiones congregacionales. Cada día son más notorios los casos de iglesias que dejan de apoyar misioneros porque sus congregaciones se dispersaron por falta de un liderazgo como el que la Biblia propone:

1 Ped. 5:1-5 "Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes."

La autoridad de un pastor no se impone, porque nuestra autoridad nos ha sido dada por Dios (1 Tim. 1:12) y debe ser ratificada por la congregación (Heb. 13:17). No se trata de que el pastor se imponga sino que la congregación ceda. ¿Pero cómo cederá la congregación ante la autoridad del pastor? Lo hará si el pastor es capaz de escuchar a los consejeros de Salomón:

1 Rey. 12:7 "Y ellos le hablaron diciendo: Si tú fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres, y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre."

"Usted será mi pastor, sólo si yo se lo permito"

Fueron las palabras que un día, con mucha amabilidad, un hombre que en aquel momento era nuevo en la congregación, me lanzó en mi cara. Su mirada y convicción me dejó sin respuesta. Tenía razón. Desde ese entonces entendí que yo sólo seré pastor de aquellos que se dejen pastorear, más allá de si la persona es o no miembro de la iglesia. ¿Pero acaso no es ese pensamiento el que asumió Cristo bajo su propio ministerio?

Juan 10:26,27 "pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen"

Hay personas que sin importar el tiempo que les dediques, jamás te lo agradecerán, te criticarán e inclusive llegarán a calunmiarte. Dichas personas no hay que dejarlas a un lado, pero tampoco hay que tratar de pastorearlas. Mientras las tengamos cerca hay que corregirlas y testificarles, con la Biblia en la mano, para que se arrepientan de su soberbia. Pero tenemos que asegurarnos de no desarrollar un sentimiento de pérdida por los "cabritos", pues nosotros tenemos que dedicarnos a las "ovejas" de nuestro Señor. Ahí debemos concentrar nuestro tiempo y trabajo, para darles crecimiento espiritual y servirles con amor genuino.

Pero servirles al fin. Les enseñamos a realizar las tareas que bien pueden hacer, y nosotros nos ocupamos de aquellas que ellas no pueden realizar. Nadie puede suplantar al pastor en su servicio de administrador de los misterios de Dios.

1 Cor. 4:1,2 "Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel."

Se requiere que cada uno sea hallado fiel

La fidelidad es un requisito y no una opción. Pero se me ocurre que hemos desarrollado un sentido de la fidelidad un poco diferente al sugerido por Pablo. La palabra "fiel" es una traducción de la palabra griega "pistos" (πιστός) que literalmente significa "digno de confianza". No tiene el sentido de "asistencia perfecta a la iglesia". Esto último lo digo, porque conozco pastores que después de desintegrar la iglesia, creen que la prueba de que ellos tenían la razón, es que todavía siguen allí, sacrificando a su propia familia en un intento infructuoso de mantener los ministerios funcionando.

La confianza debe ser otorgada por la congregación, no por los colegas. Algunos pastores con buenas intenciones, han destrozado sus iglesias porque prefirieron implementar los consejos de colegas ajenos a sus responsabilidades, que buscar respuestas bíblicas para acercarlas a su grey. Difícilmente una congregación confiará en alguien que lejos de buscar respuestas en la Biblia, defienda su postura con un "yo soy el pastor". Tristemente, muchos pastores han ignorado esta verdad, que además es bíblica: No se puede pastorear a quien no quiere ser pastoreado, y nadie querrá ser pastoreado, si no haces algo para ganar su confianza. Servirles es la clave.

El Apóstol Pablo nos habla de la fidelidad en tres términos muy importantes:

  • Honestidad (1 Cor. 4:5).

  • Credenciales de servicio (las cuales expone a lo largo de toda la epístola).

  • Parentesco espiritual (1 Cor. 4:15).


Primero, la gente debe poder apreciar en nuestro accionar, honestidad intelectual y moral

l. 4:19 "Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros"

2 Cor. 10:1 "Yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy humilde entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros"

Segundo, debemos poder construir un historial de servicio capaz de contrarrestar cualquier intento de poner en duda nuestro llamado. Al respecto, un día que alguien a quien quiero mucho estaba tratando de poner en duda mi ministerio afirmando que no lo llevaba a cabo como debería, aprovechando que nos encontrábamos frente al edificio de la iglesia se lo señalé y le dije: "La prueba de que no voy tan mal y de que Dios nos está ayudando es ese edificio y toda tu familia". Él me retrucó "¿Pero cuándo va a dejar de argumentar con esto?" A lo que le respondí: "Cuando vos puedas arribar a los mismos resultados siguiendo tus propios consejos". Ese día ambos pasamos muchas horas hablando de su verdadero problema espiritual. ¿Por qué pudimos seguir sosteniendo la conversación? Por dos motivos importantes: Él era mi hijo espiritual y las pruebas de mi servicio hicieron que él me cediera autoridad y confianza para que lo ministrara.

Ser fiel, entonces, no es persistir, sino ganarse la confianza por medio de estos tres elementos.

Conclusión

Nunca permitas que tu autoridad provenga de tu posición o título. Recuerda que no eres tú la razón por la cual estás en ese lugar, sino porque Dios te trató como si realmente lo merecieras (1 Tim. 1:12).

Tu autoridad debe descansar en la confianza cedida por tu congregación y esta confianza debe ser construida en base a un honesto y arduo trabajo de servicio, el cual a su vez, debe estar respaldado por una solida base teológica sustentada en la Palabra de Dios.

Esto último realmente marcará la diferencia entre un pastor que construye liderazgo, y otro que lo derriba.


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