La Clave Para Que Tu Ministerio Siempre Esté En Crecimiento
Introducción
Recuerdo cuando comencé la obra, que solía pasar por momentos de desánimo, porque no lograba que la iglesia creciera en asistencia "¿Qué es lo que estoy haciendo mal?" me preguntaba. Las personas entraban por una puerta, y a las semanas, salían por la otra. Notaba que mi ministerio no tenía consistencia y que las almas que hacían profesión de fe, no podían ser retenidas. Iban quedando algunos, sí, pero no todos los que yo anhelaba.
Con el tiempo eso cambió. Cambió mi perspectiva cuando crecí en conocimiento y entonces, aunque no lo puedas creer, el año que más entusiasmado me encontró, fue el año que no bauticé ni a una persona. Me encontraba feliz por los avances de la obra y sobre todo, por lo que Dios estaba haciendo en mi vida y en la vida de la gente de mi iglesia. Sabía que en un futuro cercano, la obra pegaría un "estirón". Desde entonces, la obra en Junín de Buenos Aires no ha dejado de crecer.
Te estarás preguntando: ¿Qué es lo que posibilitó semejante entusiasmo ante lo que muchos catalogarían como "un pobre resultado"? Precisamente este artículo, es para compartirte este "secreto" que me ayudó a mí, y estoy seguro, a vos también te puede ayudar.
Estar Dispuesto A Aprender
Uno de los problemas más graves que tiene hoy día el liderazgo cristiano, es que son pocos los pastores que pueden admitir públicamente que sencillamente, no saben. Por alguna razón, algunos piensan que admitir semejante cosa sería desacreditarse adelante de su congregación o colegas, y por eso no piden ayuda. Pero si tu sientes que tu obra no crece y estás desanimado por eso, quiero que sepas que la razón de lo que te está pasando no es un problema espiritual, la mayoría de las veces, es un problema de educación. Te sientes así porque sencillamente, no te enseñaron cómo cuantificarla correctamente.
Recuerdo que estando yo en aquella etapa de desánimo, comencé a pedir consejos a varios pastores. Extrañamente, todos coincidieron en que mi obra iba muy bien, que los resultados obtenidos eran los esperados en vista de que a muchos les pasaba lo mismo. Inmediatamente recordé el viejo proverbio popular: "Mal de muchos, consuelo de tontos", y siendo que nadie me daba soluciones a lo que yo claramente veía como un problema, me dispuse a buscar consejos en otros lugares.
La razón por la cual
sabía que los consejos recibidos no podían ser los adecuados, es
que la Biblia predice muchas bendiciones para el que siembra "la
preciosa semilla". Hay muchas promesas y aseveraciones que nos
indican que Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad. Si la Palabra de Dios no perdió poder, y
lo que yo predico es la Palabra de Dios...
Sabía que algo andaba mal y ese "algo" tenía que ver conmigo, no con la gente. Porque si la gente entra a una iglesia, es porque tiene una inquietud espiritual, y si se van, es porque evidentemente no encontraron lo que buscaban. No les servía lo que enseñaba ... como dije antes: algo estaba mal.
Entonces me enteré que en Perú existían más de 5000 Iglesias Bautistas Independientes y dije: "Tengo que llegar a Perú, ahí debe estar la respuesta". Por la Gracia de Dios y una serie de contactos espirituales, me organizaron una agenda de dos meses en los cuales tuve la oportunidad de visitar iglesias bautistas de diferentes misiones y filosofías de ministerio. Los pastores peruanos (a los que recuerdo con cariño y agradecimiento) se sorprendían cuando les decía que no venía a levantar apoyo, sino a aprender. ¿Por qué cree usted que hay tantas Iglesias Bautistas Independientes en su país? Era la pregunta inicial con la cual "atacaba" a cada uno de mis improvisados maestros. Aunque las respuestas eran variadas, hubo un común denominador entre todas las respuestas que me llamó la atención y me brindó "la punta del ovillo" que me permitiría desandar mi propio camino hasta encontrar dónde estaba el nudo que había que desatar, el embrollo que había que resolver. Todos coincidían que el discipulado bíblico -así lo llamaban- era la base de sus ministerios. Hasta entonces, la palabra "discipulado" era extraña a mis oídos. Nunca había escuchado hablar del asunto. A todos les pedí que me enseñaran. Me sorprendió comprobar que lo que llamaban "discipulado bíblico" no significaba la misma cosa para todos. Sin embargo, seguí investigando y al volver a casa, supe lo que debía hacer.
Nota: Si quieres saber más sobre el tema, te invito a que leas el siguiente artículo: "Bases Del Discipulado Bíblico"
Derribando Para Volver A Construir
Nunca tuve la intención de derribar nada, el día que comencé a enseñar en la iglesia los principios del discipulado bíblico e intenté comenzar el proceso con cada uno de los miembros de mi iglesia. Sin embargo, la congregación, que rozaba la asistencia de 60 personas, pronto se redujo a siete. Aún así, yo me encontraba entusiasmado y mi esposa se preguntaba si había perdido la cordura.
Lo que aprendí con el discipulado fue que no era mi responsabilidad hacer crecer la iglesia (1 Cor. 3:6,7) y mucho menos edificarla (Mat. 16:18), sino hacer discípulos y predicar el Evangelio a toda criatura (Mat. 28:19,20; Mar. 16:15). Me dediqué sólo a eso. ¿Quieres saber quiénes se me fueron de la iglesia? Los hermanos que más fielmente asistían a las reuniones. No tuve opción. Debí discipular a los menos fieles que me habían quedado.
Comencé a pasar tiempo con los hermanos enseñándoles de forma individual. Les enseñé que debíamos aprender a servir mientras nos arrepentíamos y pedíamos perdón por nuestros pecados. Insistí que para servir, no era necesario presentar un historial de fidelidad impecable, sino una actitud de arrepentimiento y lucha contra el pecado. Me impactaron ver las lágrimas rodar por las mejillas de una estimada hermana en Cristo, cuando comprendió que su lucha contra el pecado no obedecía a una traición contra Cristo, sino a una falta de madurez espiritual que adquiriría a medida que se sometía al proceso que le brindaría el discipulado. De pronto, todo cambió.
Comprendí que mi
ministerio, basado en la preparación de eventos, no impartía las
bases espirituales suficientes como para darle sustentabilidad a la
obra. Yo no lo hice, pero con el tiempo, Cristo me hizo ver que fue Él quien derribó todo para comenzar a construir, no con aquellos que
yo valoraba, sino con los que Él elegía. Yo discipulaba y Cristo
edificaba su iglesia (Mat. 16:18).
Los Parámetros Que Comencé A Medir
Entender los principios del discipulado bíblico me permitió incorporar a mi ministerio otros parámetros de medición que nunca había considerado, por lo que inmediatamente entendí que si contaba sólo la cantidad de gente que se congregaba en la iglesia, eso, por sí sólo, no me proveía los datos necesarios para entender si todo marchaba bien. Pronto comencé a observar las siguientes variables:
Ofrendas: Cuando mi asistencia era de más de 60 personas, las ofrendas eran menores. Sin embargo, a pesar de que la cantidad de personas que estaban siendo discipuladas había disminuído, las ofrendas habían aumentado proporcionalmente de forma considerable. Esto se dio por dos motivos: El primero debido a que por mi propio crecimiento personal, comencé a enseñar sobre la economía en la iglesia. En segundo lugar, las personas estaban experimentando un crecimiento espiritual que se manifestaba en la entrada de dinero para la obra.
Servicio: De pronto me di cuenta que el 100% de las personas que asistían, habían comenzado a servir en la obra. Una hermana empezó a encargarse del jardín, otro a tocar la guitarra, otros de la limpieza del templo, etc. ¡Todos estaban sirviendo! Lo que me hizo comprender que en la iglesia de Dios, cuando Cristo es quien la edifica, la mayoría sirve, y la minoría está compuesta de dos tipos de personas: Personas en tránsito y personas en crecimiento.
Crecimiento Espiritual: El crecimiento espiritual sí puede ser medido. Pronto entendí que existen siete etapas en el crecimiento espiritual de un creyente que está siendo discipulado. Dichas etapas me sirvieron para no desanimarme cuando un creyente deja el discipulado. Una gran mayoría lo hace, porque no están acostumbrados a ser confrontados con su pecado, pero cuando comienzas a orar por ellos, pronto vuelven a retomarlo y se afianzan en el camino del Señor. Saber medir el crecimiento espiritual me ayudó a entender que los hermanos no estaban siendo rebeldes, sino que estaban madurando.
Crecimiento Numérico: El crecimiento numérico se da de manera natural y paulatina, cuando la iglesia comienza a crecer en los parámetros anteriores. Se da porque los hermanos comienzan a invitar gente a la iglesia o, incluso, a ganarlos para Cristo y discipularlos. Cuando ellos entienden que el discipulado no es sólo un plan de crecimiento personal, sino una manera de reproducirse espiritualmente, pronto comienzan a sentir la necesidad de compartirlo con otros.
Crecimiento Personal: Entendí que yo no podía mantenerme estático en mi crecimiento espiritual e intelectual. Debía aprender más del Señor y debía incrementar mi tiempo diario con Dios. Mis predicaciones debían ser más sustanciosas sin perder la simplicidad en la comunicación. No fue nada fácil pues pronto entendí, lo mucho que me faltaba por aprender y crecer. Decidí que cuando me invitaran a predicar en otra iglesia, predicaría sólo lo que ya había expuesto ante mi congregación. Eso me obligó a preparar y reservar mis mejores mensajes sólo para las personas que Dios me había dado para pastorear.
Enfoque en el Grupo Familiar: En vez de contar personas, empecé a contar familias. Comenzamos a hacer eventos como el mes de la familia, la escuela para padres, etc. En la escuela dominical, procuré que fueran matrimonios los encargados de cada clase. Definitivamente no es lo mismo tener una iglesia de 60 personas, que tener una iglesia de 10 o 12 familias completas. Entendí entonces que debía enseñar a los matrimonios que no es posible servir en la iglesia, si tu relación conyugal, tu economía familiar y tu relación con tus hijos, no se ajustaban a los parámetros bíblicos. La vida de la iglesia, debía ser un reflejo de la vida privada de sus integrantes. Eso me dio la oportunidad de tratar problemas familiares insospechados.
Conclusión
Algo que tienes que tener en cuenta, es que estos parámetros no tienen que avanzar al unísono para entender que estás creciendo. Con que alguno de ellos se mueva hacia adelante, será suficiente.
Dios siempre estuvo obrando y bendiciéndonos, pero mi problema radicaba en que no podía ver dichas bendiciones. No por falta de espiritualidad, sino porque nadie me había enseñado a medirlas. Cuando aprendí, mi actitud hacia las circunstancias cambió. Lo que antes me desalentaba, ahora me animaba, y las críticas que recibía ya no hacían mella en mí, porque ahora sabía bien hacia donde me dirigía, lo que debía hacer y a quien debía mirar.
Hebreos 12:1,2
"Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe..."