La Ilusión De Estar Pastoreando

26.05.2023

Es necesario definir la palabra "ilusión" a la que hago referencia en el título, con el objetivo de que no haya malos entendidos que pudieran distorsionar el mensaje del presente artículo.

Cuando hablo de "ilusión", me refiero a "La esperanza, con o sin fundamento real, de lograr o de que suceda algo que se anhela o se persigue y cuya consecución parece especialmente atractiva". También hago referencia al sentimiento de satisfacción o alegría, que conlleva la esperanza de haber conseguido o conseguir algo que se anhela.

En este sentido, es que quiero hablar sobre el oficio del pastor, que vive bajo una ilusión irreal de creer lo que no es, o que está logrando algo sustancial. Porque a lo largo de mis más de 30 años de ministerio, he notado un mal debajo del sol, que lejos de resolverse, se ha agravado: la multiplicación de pastores, que creen que están pastoreando. Estoy seguro de que muchos colegas, al leer semejante declaración, pudieran sentir que la misma es un poco arrogante de mi parte; sin embargo, permíteme decirte que el análisis que hago, está basado en mi propia experiencia y la presunción de que la misma, no puede limitarse solo a mi ministerio, pues como parte de la "raza humana", sé que mis conductas, no son de exclusiva autoría, porque "no hay nada nuevo debajo del sol".

El presente artículo no tiene como fin la crítica despiadada per se, sino el deseo de que, mediante el mismo, podamos autoevaluar nuestros propios ministerios y rectificar lo que sea necesario, con el fin de evitar mayores daños. Sucede, hermano, que cuando Dios nos señala un error, la falta de rectificación, muchas veces, implica un daño permanente e irremediable en nuestras familias e iglesias, que se manifiesta tras varios años de insistir, mediante argumentos de autoengaño, que todo está bien y que la culpa no es nuestra.

Con pesar, he visto varias familias de pastores destruidas porque asumieron responsabilidades antes de tiempo, porque no pudieron interpretar la realidad y siguieron adelante solo por la ilusión de ser pastor, de contar con una irreal cuota de poder, de pensar que lo que hacían glorificaba a Dios mientras que con ellos, arrastraban a otras familias al desastre espiritual.

Para que podamos ver este mal con más claridad, lo voy a segmentar en tres secciones a analizar:

1. La ilusión del "pastor novato"

2. La ilusión del "pastor profesional"

3. La ilusión del "pastor infructuoso"


La Ilusión Del "Pastor Novato"

Radica en el "pensamiento mágico" de pensar que porque terminó sus estudios formales de teología o aún porque fue ordenado al ministerio, entonces eso, lo convierte en "pastor".

Lo que te convierte en pastor, no son los estudios formales (los cuales son necesarios) o la ceremonia de ordenación (con la cual sí estoy de acuerdo), es el llamado de Dios al ministerio (1 Tim. 1:12); porque si Dios te llamó a servirle, dado que no es un improvisado que hace las cosas sin propósito, eso significa que el Señor te apartó desde antes que nacieras (Gál. 1:15; Jer. 1:15). Si deseas profundizar un poquito en el concepto del llamado de Dios al ministerio, te recomiendo que leas el siguiente artículo:

Lamentablemente, el pastor "neófito" existe, aunque no debería existir (1 Tim. 3:6), lo cual ocurre, porque dada la gran necesidad de pastores y nuestra impaciencia en esperar los tiempos de Dios para hacer su obra, tomamos "la sartén por el mango" e imponemos nuestras manos con demasiada ligereza (1 Tim. 5:22). Existen dos clases de pastores novatos: los arrogantes con iglesias y los arrogantes sin rebaño. Los primeros suelen herir ministerios completos, heredados en diferentes circunstancias. Cuando llegan, se dedican a juzgar las actitudes de hermanos que hace 20 años que se congregan, sin tener en cuenta la trayectoria que hicieron estos, desde el día que conocieron a Cristo, hasta el día en que dicho pastor decidió que eran demasiados carnales. También suelen quitar ministerios sin previo aviso e implementar nuevas estrategias sin consultar a los hermanos, criticando la labor del anterior pastor y alabando sus innovadoras ideas o servicios.

El novato sin rebaño, es aquel que se la pasa reclamando respeto hacia su título, para que la gente lo llame "pastor", por el solo hecho de tener "un papel que lo avala como tal", sea su título del seminario o su certificado de ordenación. No tienen rebaño, porque no pudieron "heredar" o asumir como pastor de ninguna iglesia; entonces, los hay de dos clases: los que procuran conseguir su propia congregación comenzando una obra en algún sitio y los que deciden trabajar en alguna iglesia, bajo el ministerio de otro pastor. Ambos tienen un común denominador que nos indican que no han sido llamados o que algo no anda bien: el estancamiento o falta de frutos reales en sus ministerios o, lisa y llanamente: el fracaso total en el ministerio y en sus propias familias.

Solución A Este Mal

La solución no radica en el joven pastor, sino en aquellos que han de imponerle sus manos para delegarles semejante responsabilidad. Creo que como pastores más experimentados, necesitamos evaluar con más tino, al postulante que dice ser llamado al ministerio. Porque el llamado no es requisito único del oficio, sino que también debe ser escogido, y lo será, si puede cumplir con alegría los requisitos que se exigen en 1 Timoteo. Personalmente, no creo en los pastores solteros. El Pastor debe estar casado y debe tener hijos y estos deben estar sujetos a su autoridad con toda honestidad. Particularmente, creo que también debería ser mayor de treinta años, ya que al parecer, para el Señor, la edad biológica también cuenta (Num. 4:3); esta última es mi opinión personal, claro está.

Antes de ser ordenado al ministerio, debe ser evaluada su vida privada para que la misma, se ajuste a tales requisitos: ¿Respeta a su esposa? ¿Educa honestamente a sus hijos? ¿Administra su dinero como la Biblia enseña? ¿Qué piensa su esposa sobre el llamado de su marido? ¿Quiere ayudarlo? El comportamiento de sus hijos… ¿Qué revela?

No es posible evaluar todo esto, sin pasar tiempo con el postulante y su familia. Tiempo de calidad, tiempo de amistad, tiempo de discutir, de llorar, de exhortar con lágrimas hasta tanto el Señor sea formado en el seno de una familia, que sin duda, cuando entre de lleno al pastorado, será atacada por Satanás.

El problema que tenemos, es que estamos fallando en la preparación de obreros en nuestras propias obras. Nuestras iglesias deberían tener un cúmulo suficiente de hombres preparados para suplantar al Pastor, entre tanto el Señor les guía a elegir un nuevo líder. Pero tratar a la gente como a ovejas no ha ayudado. Hay que tratarlas como a futuros maestros de la Biblia (Heb. 5:12), porque la consecuencia, ha sido precipitarnos en ordenar a hombres que todavía no estaban listos.


La Ilusión Del "Pastor Profesional"

No lo llamo así por el hecho de que vive del ministerio, porque la Biblia enseña que los pastores deben servir a tiempo completo (1 Cor 9:14; 3 Juan 5-8)). Lo llamo así porque estos pastores carecen de vocación de servicio, carecen de llamado, pero como son inteligentes, no tardan en conseguir la forma de vivir del ministerio. Los divido en dos tipos de "pastores profesionales": los mentirosos y los autoengañados. Los primeros se especializan en hacernos creer que todos los días ganan un alma para Cristo, que sus congregaciones son grandes o que se la pasan bautizando personas, pero cuando visitás sus congregaciones, te das cuenta que la asistencia no cuadra con sus palabras; entonces, surgen las excusas: porque justo ese día, la mitad de la iglesia se enfermó, la lluvia los espantó o que tuvieron una división por culpa del diablo. Los segundos, se caracterizan por vivir en una constante frustración al ver que nada de lo que intentan, funciona. En el fondo saben cuál es la razón, pero se autoengañan, porque ser pastor, siempre fue su ilusión, y ahora que lograron llegar, se dan cuenta que el ministerio no es lo que pensaban. Son los que lejos de disfrutarlo, lo sufren y con ellos, sufren sus familias. Se autoengañan con frases prehechas como: "Dios sabe por qué no crecemos", "la gente no quiere comprometerse con Cristo", "vivimos tiempos difíciles", etc. El hecho de que Dios nos llamó para que produzcamos "MUCHO fruto, y que dicho fruto PERMANEZCA" (Juan 15:5-8), queda lejos del análisis de sus ministerios. La mayoría de ellos pasan más tiempo en conferencias y campañas antes que en sus propios ministerios y sus mejores predicaciones, nunca son "estrenadas" en sus propias congregaciones. Les encanta ser tratados como pastor, pero, siempre huelen más a perfume francés que a ovejas. Estos pastores tienen un común denominador: no pueden distinguir entre cabritos y ovejas (Mat. 25: 32-45), lo que hace que por pastorear cabritos, se la pasen apagando incendios.

Solución A Este Mal

La solución es clara: deja de engañarte y de mentirle a los demás. Si fuiste llamado al ministerio, deja que sea el Señor quien te sustente y comienza a pastorear a las personas que Dios puso bajo tu servicio. Pastorea a quien se deje pastorear y deja de correr detrás de aquellos que no desean ser guiados. Si no sabes cómo hacer para que tu congregación te sustente, busca el consejo de pastores que sí llegaron a este objetivo. Deja de hacer pensar a la gente que tienes todas las respuestas y de culpar a otros por tus fracasos. Si piensas que al hacer esto tu sostén se puede caer, debido a que hasta ahora lo que más redituaba eran tus cartas lijeramente exajeradas o predicar en otras congregaciones o vivir de tu oficio en vez de tu congregación, ponte de rodillas y pregúntate, y pregúntale al Señor: ¿Realmente fui llamado? ¿Realmente podré vivir del ministerio? "Señor… ¿Qué quieres que haga?".

En pocas palabras: Se honesto contigo. Vela por la seguridad de tu familia, porque si la mentira y el autoengaño es lo que rige tu servicio, no habrá bendición en lo que hagas y expondrás al devorador a aquellos que amas. Si Dios no te llamó a ser pastor, entrega el ministerio antes de que sea tarde, pero si estás seguro de tu llamado, no seas tonto, arrepiéntete y rectifica, y Dios, sin duda, estará contigo.


La Ilusión Del "Pastor Infructuoso"

En el fondo, todos estos estereotipos son infructuosos de una manera u otra, pero a estos, se les nota más. Son pastores que creen serlo, aunque sus congregaciones nunca crecen lo suficiente como para que la iglesia se independice como tal. Pasan los años, y sus "congregaciones", no crecen lo suficiente siquiera, para poder pagar un alquiler. Se las arreglan para continuar con "la obra" contra viento y marea. Sacrifican el bienestar de sus propias familias creyendo que lo que hacen "es la voluntad del Señor", con tal de cumplir con la ilusión de creerse pastores o misioneros o de creer que están al frente de una iglesia. Cuando la fatiga les gana o sus familias se disuelven o mueren o dejan de ser pastor por cualquier razón, sus "obras" desaparecen. Normalmente las excusan que usan son "Estamos en una zona difícil", "La gente no quiere creer", etc. Viven la ilusión de estar pastoreando, y en el proceso, lastiman a mucha gente, generalmente, incluso a sus propios hijos.

Solución A Este Mal

Hermano, te invito a que hagas un profundo autoexamen de tu vida y ministerio. La mejor solución a la falta de frutos, no es conformarse con la frase "estamos en un lugar difícil" porque para Dios "nada es difícil". Un día, hablando con un pastor con más experiencia que yo, le repetí esa frase. Entonces, mirándome a los ojos me dijo: "Mira Horacio, la Palabra de Dios tiene poder, Dios quiere salvar, el Espíritu Santo convence de pecado y juicio, y ellos, no se equivocan; lo que me hace sospechar que el problema no está en el mensaje, sino en el mensajero". Tuve que reconocer que él tenía razón. Ya sabemos lo que debemos hacer con los lugares difíciles (Mat. 10:14; Luc. 9:5), hay que dejarlos atrás y seguir adelante. Y ya sabemos que Dios nos puso para que llevemos mucho fruto, no te conformes con menos. Estudia la Biblia, busca en ella las soluciones, consulta con pastores con más experiencia, ¡salva a tu familia y ministerio!

 

Cómo Deshacer La Ilusión

Para deshacer la ilusión, hay que reconocer el error. No puede haber confesión de pecados, si no podemos reconocerlos, y no puede haber arrepentimiento, sin comprensión de los alcances del daño al cual estamos exponiéndonos y exponiendo a quienes nos rodean. Yo, al igual que muchos otros, practiqué algunos de estos errores de los cuales el Señor me rescató. Lo primero que tienes que hacer es un autoexamen honesto que conteste la siguiente pregunta: ¿Fuiste llamado al ministerio o entraste al mismo empujado por la inercia de tu vida cristiana? Si no fuiste llamado, debes hablar con la iglesia, pedir las disculpas pertinentes y comenzar a trabajar para conseguir un pastor que los guíe. Por supuesto que debes disculparte también con tu familia. Si realmente fuiste llamado al ministerio, entonces lo que tienes que hacer es dejar la arrogancia de lado, confesar tus equivocaciones ante Dios y ante aquellos que fueron dañados por tus malas actitudes, y comenzar a servir. Recuerda que cuando estemos frente a Dios, tendrás que dar cuenta, no por la imagen que proyectabas, sino por lo que Dios vio en tu corazón, y casi seguro, por las vidas que fueron destruidas por un mal consejo.


Conclusión

La ilusión de ser pastor o de estar pastoreando es un problema creciente, lo sé, porque yo mismo me dejé engañar, hasta que entendí que jamás seré pastor de quien no me acepta como tal; que el rebaño no es mío, sino de Dios y que si no rectificaba a tiempo, estaría exponiendo a mi familia a los ataques de Satanás.

Al igual que aquel adagio sobre la existencia de las brujas, esto es un mal creciente en el cual algunos se niegan a creer. Tal vez pienses que este tipo de pastores no existe, pero créeme: que los hay, los hay. Lo sé, porque alguna vez, supe ser uno de ellos.

Consiente de que este artículo también será leído por personas ajenas al ministerio, me veo en la obligación de advertir que el mismo, no debe ser utilizado como una manera de evaluar el trabajo del pastor o un arma para criticarlo. Si quieres ayudarlo, envíale el link para que lo lea y comienza a orar por él, porque es el Espíritu Santo el que debe impulsar nuestras decisiones, y es la Biblia quien debe moldear nuestras opiniones, y no un simple artículo leído en un blog.


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