Tiempos De Milagros

30.03.2020

El Poder De Dios Se Manifiesta En La Arena De Nuestras Debilidades

Cuando cruzamos la frontera hacia EE.UU., con el propósito de comenzar nuestros trámites para obtener la residencia religiosa en México, -estar fuera del país es una exigencia legal- jamás pensamos que nuestro viaje se desarrollaría de esta manera.

Gracias a Dios, debido a que contamos con varios amigos de este lado de la frontera, es que para aprovechar el mes que debíamos esperar los papeles de nuestra anuencia, decidimos planificar y visitarlos. La mayoría de ellos son Pastores o misioneros, por lo que concertamos algunas citas con el propósito de pasar un agradable tiempo de comunión, recordando los buenos tiempos de servicio en Argentina, y de paso, presentar nuestro proyecto misionero en las iglesias que pastorean. Todos estos planes, que iban tomando forma hace aproximadamente unos tres meses, fueron concretándose sin mayores complicaciones cuando el día 7 de marzo salimos del país muy entusiasmados, con mis cuatro hijos y esposa.

Ya hace 23 días que estamos en EE.UU., es la primera vez que vengo a este hermoso país dónde he aprendido muchas cosas sorprendentes sobre la obra Bautista en esta parte del hemisferio, y me he nutrido con la bondadosa amistad y apoyo espiritual, de los pastores que hemos visitado y con los que hemos tenido el gusto de conocer. Sin embargo, una sensación de frustración invade a la familia, debido a la sorprendente pandemia mundial que tiene en jaque a las principales potencias económicas del mundo.

He tenido que suspender la mitad de las citas planeadas, inclusive la visita a mi hermana que vive en Tampa. No sabemos si nuestros papeles en México se podrán hacer, ya que hasta la fecha estamos en ambos lados de la frontera con un estatus migratorio de turistas. Y francamente estoy desconcertado.  Sé que nuestro Dios tiene todo bajo control, pero en este momento me pregunto: ¿Estará el Señor protegiendo a mi familia de algo peor que esta pandemia?

En este momento mis hijos, que hace unos días atrás mostraban signos de estrés debido a la incertidumbre de no saber qué haremos, en apenas cinco días están aprendiendo a confiar y a tener paciencia.

Nos encontramos en el  país con más infectados del mundo, lo siguen Italia y España, por lo que algunas personas que conocemos ya nos preguntaron si estamos locos. ¿Cómo explicarles que ésto no fue lo planeado por nosotros? ¿Como entenderán desde allá (Argentina) las razones por las cuales no resulta tan sencillo regresar a México?

Estamos viviendo momentos de incertidumbre como nunca antes experimenté en mi vida, pero nos consolamos sabiendo que nuestros familiares en Argentina corren menos riesgos de contagio que nosotros en estas latitudes, y damos gracias a Dios porque en su misericordiosa soberanía aún nos mantiene unidos.

Pensando en todo esto, me acordé de las historias de milagrosas intervenciones Divinas en momentos de crisis. Existen muchos testimonios que confirman una protección especial sobre el pueblo de Israel durante la guerra de los siete días. Rememoré las veces cuando misioneros en peligro de ser asesinados por tribus completas de indios encolerizados, súbitamente deciden huir dejándolos solos. De pronto, me doy cuenta que las mejores historias de La Biblia, donde Dios se glorifica apareciendo en todo su esplendor, poder y control, se dan en un ambiente de extrema tensión. David y Goliat, por ejemplo, donde todo el pueblo estaba en temor; o la vida de Elías que vivió en un tiempo donde la persecución contra los profetas de Dios arreciaba; recordé cómo el Señor se manifestó al pueblo de Israel mientras los Egipcios los perseguían de cerca. ¿Cómo se siente no saber cómo terminará la historia? ¿Qué se siente tener que confiar literalmente tu vida y la de tus hijos a Dios sin saber qué pasará? Súbitamente entendí que Dios se manifiesta más nítidamente en aquellos momentos donde, precisamente, nos sentimos más desanimados, confundidos, desesperados o abandonados por Él. Quien no entiende la verdad del Evangelio, podría creer que Cristo fue derrotado en la cruz, mientras que la Biblia claramente enseña que aquella muerte ignominiosa fue considerada por Dios como un triunfo, y literalmente, la salvación para miles de millones de Cristianos (Col. 2:15).

La verdad es que no existirían los héroes de la fe, si éstos no hubieran sido probados hasta un punto tal, que debieron vivir en cuevas, o enterrar a sus seres queridos muertos injustamente (Heb. 11). Cada uno de los jueces de Israel fueron llamados por Dios a intervenir en un momento de la historia donde la desesperanza del pueblo cundía más; pero no todos los llamados se comportaron a la altura de las circunstancias. ¿Lo estaremos nosotros? ¿Ejerceremos un liderazgo como el de Samuel o seremos como Sansón?

El poder de Dios se manifiesta en la arena de nuestras debilidades (2 Cor. 12:10) y los milagros suceden todo el tiempo (Sal. 3:5); pero somos hijos del rigor, no podemos ver a Dios obrando si no se nos despoja de esta falsa sensación de autosuficiencia con que arrogantemente nos pavoneamos cada día alejándonos de Él. Aquí, en Estados Unidos, he visto en los canales de noticias a un senador, orar con lágrimas en sus ojos, rogando a Dios por perdón y misericordia; el presidente firmó una proclama donde declaró un día de oración para la nación, y varios pastores oraron por él frente a las cámaras de televisión. Mientras tanto, los cincuenta estados están contaminados con el mortal virus y todavía existen millones de personas en todo el mundo, que no pueden conectar lo que está pasando, con el Dios que todo lo controla, pero pronto llegará el día en que el temor inunde los corazones de aquellos que hoy creen ser más fuertes que su creador, cuando aquel día llegue: ¿Contaremos con pastores a la altura de las circunstancias? ¿Habrá alguno que se aventure a predicar el evangelio esperanzador a aquellos que agonizan? ¿o estaremos recluidos por temor al contagio?

Las extraordinarias historias de milagros en tiempos de desgracias, fueron relatadas por sólo dos grupos de personas: Aquellos que tuvieron que soportar el peso de la ira de Dios sobre sus vidas, y aquellos que salieron a cumplir con el llamado de Dios a predicar a un mundo que se hundía en la desesperanza. Ellos nos lo relataron en primera persona: unos nos contaron cómo fueron rescatados y los otros, los milagros que presenciaron en medio de una incertidumbre aterradora.

Quizás, el mundo se esté preparando para un tiempo de milagros, pero sospecho que dichos milagros, no podrán ser apreciados por todos.

Al fin y al cabo, en el reino de Dios...

                                        No hay lugar para los cobardes ...

(Apoc. 21:8).


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